Esperándola del cielo. La Casa de Castril
Mirar al cielo y esperar… ¿qué encierra este lema en la ciudad de Granada? ¿dónde lo podemos leer?
Caminar por Granada es recorrer su pasado y conocer los secretos de sus calles, casas , palacios y la intimidad de los que los habitaron.
Porque Granada es romántica y novelesca, es la ciudad de las mil historias y las dos mil leyendas; de amores y desamores; de traiciones y venganzas. Es la ciudad en la que lo real y lo irreal se confunden y las leyendas se hacen eternas.
En la carrera del Darro, la romántica calle que abraza al célebre Paseo de los Tristes -esa de la que muchos dicen que es la calle más bella del mundo- se encuentra la casa del Castril.


Este palacio fue propiedad del tercer Señor del Castril, Don Hernando de Zafra, nieto y heredero del secretario de los Reyes Católicos, a quien los monarcas distinguieron con tal título en compensación por los servicios prestados en la reconquista de la ciudad y su inquebrantable fidelidad.
El tercer Señor del Castril, heredero también del nombre de su abuelo, construyó el palacio en uno de los entornos más privilegiados de la ciudad: a los pies del río Darro y de la colina de la Sabika.
Actualmente, la casa de los Zafra se reconoce como el más bello de los palacios renacentistas de Granada, destacando por su magnífica fachada de piedra, obra de Sebastián de Alcántara, discípulo de Diego de Siloé.
Entre los delicados elementos que posee la fachada además del escudo familiar, representado por La Torre de Comares, no suele pasar desapercibido un balcón ciego, situado en la esquina del primer piso, en el que se lee el lema “ESPERÁNDOLA DEL CIELO”.
Este detalle despierta irremediablemente la curiosidad de aquellos que lo leen y se preguntan por el origen de tal misterio. Y, aunque la explicación puede variar en algunos detalles, todas las versiones coinciden en que el balcón fue testigo de una triste tragedia que se vivió en la casa.
Andábamos por la primera mitad del siglo XVI, cuando se construyó la casa de
Castril, en la que vivía Don Hernando junto a su bella hija Doña Elvira.
Del Señor de Zafra se dice que era hombre respetado y sobre todo muy temido por tener un fuerte carácter que lo había llevado a enemistarse con muchas familias granadinas, entre las que se encontraban los Quintanilla.
Hernando, viudo, ejercía un férreo control sobre su hija, a la que mantenía alejada de posibles pretendientes. Lo que el padre no sabía era que la joven guardaba en secreto una relación con Don Alfonso de Quintanilla.
Se cuenta que los amantes aprovechaban las ausencias del padre para sus encuentros amorosos. Y fue en una de estas ausencias, cuando la pareja se encontraba en los aposentos de Doña Elvira, que el padre llegó a la casa antes de lo previsto.

Temiendo lo que podía ocurrir, un joven sirviente de la casa, Luisillo, subió rápidamente a alertar a su señora, lo que dio tiempo a Don Alfonso para huir por el
célebre balcón. De esa manera, cuando el Señor del Castril entró en la habitación de su hija, encontró a Elvira a medio vestir y a Luisillo a su lado. La escena era tan evidente que no pudo pensar sino que la joven y el criado eran amantes.
Tembló el palacio ante la ira del de Zafra, que viendo su honor perdido ordenó que ahorcasen al criado en el balcón, mientras el pobre joven no paraba de proclamar su inocencia pidiendo justicia, a lo que su Señor respondió “Espérala del cielo”.
Autora: Victoria Rodríguez Crespo.