¿De dónde viene la tradición del Corpus Christi?
Tres jueves hay en el año que lucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y Día de la Ascensión
Y en el caso de Granada se trata de una celebración que tiene mucha solera, con más de 500 años de antigüedad. Del Corpus nos suenan muchas cosas: es la semana de feria, sale la ‘Tarasca’, hay procesión el jueves… y nunca cae en la misma fecha.
Este es uno de los detalles que más llama la atención: ¿por qué el Corpus cambia de fecha cada año? Resulta que depende de las fases lunares. Y la Luna tiene la manía de no ajustar sus fases al año solar. Para esto nos tenemos que fijar en la primera luna llena de la primavera (o del otoño si estamos en el hemisferio sur). A partir ahí hay que contar 9 domingos. Y el jueves siguiente a ese noveno domingo, se celebra el Corpus. O lo que es igual: 60 días después del Domingo de Resurrección. Así lo decidió Urbano IV en 1264. Y así sigue siendo hoy día.
Aunque quizás la pregunta más importante es ¿cómo llegamos a instaurar esta celebración en la Iglesia Católica? Para encontrar su origen nos tenemos que trasladar a Retinne, Bélgica. En 1195 nace Juliana de Fosses (también conocida como Juliana de Cornillon), una niña que con apenas 5 años pierde a sus padres. Junto con su hermana Agnes, será confiada a las hermanas agustinas de mont Cornillon, en Lieja. Un convento-leprosería que no parece el lugar ideal para criar a unas niñas pequeñas… pero a pesar de todo crece sana y se educa estudiando francés y latín, lo que le permitirá acceder a las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, adquiriendo así una formación intelectual notable para la época. A esto hay que sumar que es una joven de mente despierta y con cierta ‘propensión a la contemplación’.
Juliana tiene un profundo sentimiento de la presencia de Cristo, que se hace especialmente intenso durante la celebración de la Eucaristía, y medita a menudo sobre las palabras que recoge Mt 28:20 <<he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo>>
Acabará tomando los hábitos de la Orden, y en 1209 tiene una primera visión. En ella aparece la Luna llena luminosa y brillante, atravesada por una banda oscura que la divide en dos partes iguales. Esa visión se repetirá en varias ocasiones, pero le atormenta no comprender el significado y durante mucho tiempo no lo compartirá con nadie. Será el Señor, según la tradición, quien la ilumine para comprender el significado que interpreta así, en palabras del propio Papa Benedicto XVI << la Luna simboliza la vida de la Iglesia en la tierra, sin embargo la línea opaca representa la ausencia de una fiesta litúrgica […] es decir, una fiesta en la que los creyentes puedan adorar la Eucaristía para hacer crecer su fe, avanzar en la práctica de las virtudes y reparar las ofensas al Santísimo Sacramento>> (Audiencia General, 17 de Noviembre de 2010)
Durante casi 20 años, llegando a convertirse en priora del convento (contando con numerosos detractores dentro de su propia comunidad y entre la burguesía de la zona), guardó silencio sobre sus visiones. Hasta que lo comparte con otras dos religiosas cercanas. A partir de ahí, comienza su labor para instituir una solemnidad dedicada al Corpus Christi. Y lo consigue, a través del obispo de su diócesis que, tras algún titubeo inicial, acepta. Celebrándose así por fin, en 1246 el primer Corpus en Lieja. Pronto algunas diócesis cercanas acogerán celebraciones similares. Juliana fallecerá en 1258. Lo de Santa llegará un poco más tarde, convirtiéndose así en Santa Juliana de Lieja.
Todo podría haber quedado en eso. Una festividad local en una zona de Bélgica. Pero nos falta otro actor importante en este escenario: Santiago Pantaleón de Troyes. Dicho así puede que el nombre no nos diga gran cosa. Pero pronto descubriremos que es una de las claves en esta trama. Era archidiácono de la diócesis de Lieja y tuvo ocasión de conocer el trabajo de Juliana, por lo que el asunto del Corpus también llamó su atención. Por eso, la idea ya rondaba su cabeza cuando accede al trono papal con el nombre de Urbano IV.


Lo que terminó de convencerle es el episodio ocurrido en Bolsano (localidad italiana al norte de Roma) en 1263. Durante la celebración de una Eucaristía a un sacerdote le flaqueó la fe justo en el momento de la consagración del pan y el vino. Dudó de que efectivamente se convirtieran en cuerpo y sangre de Cristo. Al partir la sagrada forma brotaron de ella varias gotas de sangre que incluso mancharon el corporal del vacilante cura que oficiaba la misa. Probablemente no volvió a albergar duda alguna. Y el corporal con las manchas de sangre se conserva (y procesiona) en la catedral de Orvieto.
Aquello fue la prueba definitiva, así que Urbano IV instauró la solemnidad del Corpus Christi para todo el mundo católico en la bula ‘Transiturus hoc mundo’. Y aprovechando que Santo Tomás de Aquino le acompañaba en Orvieto por esas fechas, le encargó la composición de los textos litúrgicos de esta festividad. Textos inspirados por la mano de uno de los grandes teólogos de la historia y que aún hoy día se siguen utilizando.
A partir de este origen común, la celebración del Corpus Christi se extiende por toda Europa, alcanzando un significado especialmente importante en España, donde será fiesta nacional hasta 1989. En la actualidad la mayoría de las ciudades del país han trasladado las celebraciones al domingo incluyendo la procesión por la mañana o por la tarde (como en el caso de Valencia o La Orotava, Tenerife). Y se han desarrollado toda una serie de tradiciones fascinantes en torno a esta festividad que llena de colores y aromas las calles de multitud de ciudades de nuestra geografía
¿Quieres conocer algunas de esas tradiciones?
Autor: Daniel Aguilera