Batalla de La Zubia
Corría el año 1491 cuando probablemente se produjo una de las campañas más importantes antes de la rendición de Boabdil, la famosa Batalla de la Zubia.
Se cuenta que estando la Reina Isabel I de Castilla en su campamento de Santa Fe, un día 18 de Junio (25 de Agosto, según otras fuentes), dijo que “quería ir a ver de más de cerca a Granada desde donde la pudiese bien mirar” Salió pues, acompañada del Rey, del Príncipe, la Infanta y una gran comitiva de caballeros y peones, hacia unas aldeas que llamaban la Zubia.
Las fuerzas cristianas de protección se desplegaron delante de la Zubia con órdenes de no presentar batalla ni admitir escaramuza. Pero los musulmanes, que imaginaron un ataque a fondo, quisieron alejar todo lo posible la batalla de la ciudad de Granada y así sacaron sus escuadrones a la Vega, atacando a los cristianos, incluso con dos piezas de artillería.
Sin duda, al poco, se entabló un violento combate en el que tuvieron que intervenir todas las fuerzas destacadas y como dicen las crónicas “no ovo allí caballero christiano aquel día de aquellas batallas que no fincase su lanza en moro”
El resultado de aquella batalla fue favorecedor para los cristianos que, incluso persiguieron a los musulmanes que huían del enfrentamiento, hasta las puertas de la ciudad (probablemente la del Pescado).
Se contaron más de 2000 personas entre muertos, heridos y prisioneros, sólo del bando musulmán.
Pero mientras los castellanos luchaban, en medio del fulgor de aquella sangrienta batalla, la Reina y las damas, puestas de rodillas, rezaban por ellos. La tradición cuenta que en algún momento en el que la Reina realmente pudo estar en peligro, decidió esconderse en un bosquecillo de laureles que había allí cerca y prometió levantar un convento con la advocación de San Luis Rey de Francia, si obtenía el favor de este.
Hay que decir que esta batalla de la Zubia tuvo una segunda parte. Apenas terminada la refriega anterior, algunos caudillos cristianos, pensaron que cuando volvieran al Real, los musulmanes saldrían de la ciudad, para recoger a sus muertos, como habían hecho en ocasiones anteriores y decidieron hacerles una emboscada cerca de Armilla “escondiéndose tras unas paredes que estaban allí” Pero fueron descubiertos por un centinela musulmán que estaba escondido en la copa de un álamo y que pudo dar aviso. Al final, aquella emboscada se convirtió en otro sangriento enfrentamiento, ya que se sumaron los granadinos procedentes de la zona de la Alpujarra y el Valle de Lecrín que acudieron al ruido de la batalla anterior.
Ahora el aprieto era para los cristianos, que además encontraron gran dificultad en sus movimientos, estorbados por el agua que los granadinos soltaron de ríos y acequias, encharcando las hazas.
Allí murieron el alcaide de Osuna y otros caballeros, mientras muchos resultaron heridos, entre ellos Fernández de Córdoba, al que además mataron el caballo y que pudo salvarse por la ayuda de Iñigo de Mendoza, caballero de Baeza, que le cedió su cabalgadura.
En el Real esa noche “ovo tristeza, pero no mayor que llanto en la ciudad”
Efectivamente tal y como prometió la Reina, en medio de aquel bosquecillo levantó un convento dedicado a San Luis, en el año 1500.
Autora: Lara Franch