“el dos y pingada”
La Semana Santa de Zamora es conocida en toda España por su austeridad y silencio. Diecisiete cofradías desfilan desde el viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección. Esto hace que las calles Zamora se conviertan en un museo vivo: pasos, música, cofrades, bullicio y recogimiento.
Pero, durante esos días de recogimiento y pasión, los zamoranos también tienen unas tradiciones gastronómicas muy curiosas: durante la madrugada del Viernes Santo los cofrades reparten almendras garrapiñadas a los que presencian el desfile de Jesús Nazareno, y cuando se hace el descanso para desayunar, hacia las 8 de la mañana, lo típico son unas sopas de ajo calentitas.


Además, también se suelen cocinar en muchos hogares los platos típicos como potaje de vigilia y las famosas torrijas.
Al finalizar la Semana Santa con la última procesión, el Domingo de Resurrección, y antes de apagarse hasta el año siguiente los sones de las bandas, existe, desde mediados del siglo XX, una tradición que es almorzar el Dos y Pingada.
Su consumo hace referencia a la forma de celebrar el final de una época de abstinencia de comer carne y ayuno propios de la Cuaresma y de la Semana Santa.
Esta práctica surgió en el Barrio de la Horta, en el año 1951, cuando los cargadores de la Cofradía de la Santísima Resurrección, al finalizar el desfile después del mediodía, y tras tres horas de procesión, decidieron almorzar en los bares de la zona, como La Herminia (ya desaparecido) o el Oviedo que continúa con la tradición.
El Dos y Pingada se compone de dos huevos fritos y una buena magra de jamón (a media cura) y pan frito. También es conocido con la versión larga de su nombre “dos y pingada, y una tajada”, se refiere a los huevos fritos para pingar con el pan y la tajada de magro, y por supuesto regado con los vinos de Toro, de Arribes y de Tierra del Vino.
De postre las famosas aceitadas, unas pastas que antaño se degustaban solo en Semana Santa. El nombre de “aceitadas” se refiere a que se elaboran con aceite de oliva, puesto que durante toda la cuaresma, estaba totalmente prohibido consumir alimentos elaborados con carne, y normalmente las pastas en Zamora se hacen con manteca de cerdo. Aparte de harina, aceite de oliva, azúcar y huevos también llevan esencia de anís. ¡El casco histórico de la ciudad durante la semana santa huele a anís!


Hoy en día, el Dos y Pingada es el plato típico que ofrecen la mayoría de los restaurantes como comida principal, algunos añaden otros productos como lomo, chorizo e incluso morcilla.
En Zamora, donde somos muy dados a poner motes y sobrenombres a los pasos y a los protagonistas de la Pasión, decimos que ¡hasta Jesús resuscitado pide un Dos y Pingada! Esto se debe al símbolo de su resurrección que podemos ver cuando desfila por las calles del casco histórico, los dos dedos de la mano derecha levantados como sinónimo de su eternidad.
¡Os esperamos en Zamora para degustar este plato, austero y sencillo, que sabe a gloria el Domingo de Resurrección!
Autora: Arte Duero