La Tarasca, una curiosa tradición llegada del sur de Francia
Como cada año, el miércoles de Corpus se convierte en todo un evento en Granada. Los más pequeños salen un poco antes del cole, todo el mundo se congrega en torno las calles Reyes Católicos y Mesones, y se espera con ganas el desfile de gigantes, cabezudos… y, como no, la Tarasca. Ese contrapunto pagano a la solemnidad religiosa de la procesión del Corpus Christi del jueves.
Pero ¿de dónde sale una tradición tan peculiar? Hay que empezar por aclarar que la Tarasca es esa especie de bestia, con alas en el caso granadino, que se parece a un dragón. No el maniquí tan bien vestido que lo acompaña. Y para encontrar su origen, nos tenemos que ir al sur de Francia.
La ciudad de Tarascón, en la Provenza, es donde encontramos las primera noticias de esta criatura. Santiago de la Vorágine escribe en la segunda mitad del siglo XIII su famosísima ‘Leyenda Dorada’, un auténtico ‘best-seller’ de la época en el que recoge las vidas, obras, milagros y aventuras de infinidad de Santos. Entre ellos nuestro San Jorge, sin ir más lejos. Así nos describe a este extraño ser: <<Había, en aquella época, en las orillas del Ródano, en una ciénaga entre Arles y Aviñón, un dragón, mitad animal, mitad pez, más ancho que un buey, más largo que un caballo, con dientes que parecían espadas y grandes como cuernos; se escondía en el río, desde donde quitaba la vida a todos los que pasaban y hundía los navíos>>. Otras tradiciones hablan de la Tarasca como una especie de dragón de seis patas parecidas a las de un oso, con el torso como el de un buey, recubierto por un caparazón de tortuga y provisto de una cola con escamas que termina en el aguijón de un escorpión. Su cabeza es como la de un león, con orejas de caballo y con cara de hombre anciano. Una maravilla de bicho en cualquier caso.
Esta criatura anfibia de ojos rojos y aliento pútrido era originaria, según la leyenda, de Galatia, una región de la actual Anatolia (Turquía). Pero parece que le atrajo el clima templado de la Provenza y se instala a vivir en el peñasco sobre el que luego se construirá el castillo de Tarascon. Mientras tanto se dedica a destruir todo a su paso y aterrorizar a la población de la zona, y cualquier intento de reducir a la bestia es totalmente infructuoso. Habían intentado con todo: caballeros, catapultas…
Hasta que aparece en escena Santa Marta (Marta de Betania, hermana de Lázaro… el que resucitó). Sobre cómo llega Marta desde Palestina al sur de Francia, hablaremos en otra ocasión. Pero será ella la que consigue apaciguar a la Tarasca, con sus himnos y rezos, hasta convertirla en una bestia mansa y tranquila. De hecho volverá hasta la ciudad montada sobre ella para así demostrar a la población que se había convertido en un ser dócil. Aún así, los habitantes de la zona que tanto habían sufrido a aquella bestia, se abalanzan sobre la criatura en plena noche y le dan muerte. A esas alturas, el pobre bicho, ya sumiso y tranquilo, ni siquiera se defendió.
Santa Marta, a través de sus prédicas, convertiría a muchos de los habitantes de la zona al cristianismo. Y estos, sintiéndose un poco culpables por haber dado muerte a la Tarasca, que ya se había amansado, deciden ponerle a su localidad el nombre de Tarascon.
No deja de ser curiosa la aparición constante en la literatura o el cine de figuras femeninas que son capaces de apaciguar a bestias furiosas. Tal podría ser el caso de la Bella y la Bestia o de King Kong.
El nombre de la localidad resulta interesante. Ya aparece en el siglo II d.C. una ciudad llamada ‘Tarouscon’, citada por Estrabón; y esto derivará en ‘Tarascon’ ya desde el siglo IV. Esa raíz ‘tar’ es probablemente de origen pre-indoeuropeo y según algunos autores se podría traducir como ‘peñasco’ o ‘piedra’. Y a ésta se le habría añadido el sufijo ‘ant-as-con’ de origen ligur, y que también estaría en el origen del nombre de otras ciudades como Benasque o Huesca.
En cualquier caso, la tradición de la Tarasca se va extendiendo con el paso del tiempo a diferentes zonas de Francia, Bélgica y, por supuesto, España. En Tarascon hoy sigue siendo una fiesta tan importante que incluso ha llegado a ser incluida en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco en 2005. E incluso es probable que haya inspirado el personaje de ‘Tarrasque’ en el juego de rol ‘Dragones y Mazmorras’: una especia de lagarto gigante de 15 metros de alto y 21 de largo, parecido a un Tiranosaurus Rex, pero con los brazos más desarrollados; y que sólo existe para comer, matar y destuir. Toda una joya.
En el caso español, su presencia está íntimamente ligada a la celebración del Corpus. Así pues, hubo Tarasca en Toledo; la sigue habiendo en Valencia (junto con otras tradiciones locales como las rocas o la ‘Moma’); en Tarragona y Barcelona que aparece como ‘Drac’; o en Galicia, donde es conocida como ‘Coca’ en Rodela, provincia de Pontevedra.
La Tarasca granadina se aleja un poco de esa descripción inicial y se asemeja bastante a un dragón con alas que lanza horribles gruñidos y echa humo. Y sobre su lomo, porta ese maniquí, que como ya dijimos antes no es la Tarasca en sí, sino quizás un recuerdo de la tradición de Santa Marta que ha llegado hasta nuestros días en una versión mucho más pagana y convertida en una auténtica ‘fashion victim’. Al fin y al cabo, la ropa que lleva marcará -en teoría- la tendencia de la moda en verano. Y de hecho es un privilegio para cualquier modisto que le pidan que ‘vista’ a la Tarasca. Eso sí, nunca llueve a gusto de todos, y siempre hay críticas para su atuendo, su pelo y su maquillaje. Y además, siempre que no elijas bien tu vestimenta, te podrán decir en ‘Graná’ que vas ‘peor vestida que la Tarasca…’. Cosas de la mala follá.
Nota: Albert Dauzat et Charles Rostaing, Dictionnaire étymologique des noms de lieux en France, Éd. Larousse, 1968, p. 1936.
Autor: Daniel Aguilera